Jaron Rowan | Revista OC (Observatorio Cultural del Departamento de Estudios del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile). Núm 23, Agosto 2014
Investigador y agitador cultural. Ph.D. en Estudios Culturales de Goldsmiths University of London. Autor del libro Emprendizajes en Cultura (Traficantes de Sueños, 2010), y co-autor de Cultura libre digital (Icaria, 2012) y La tragedia del Copyright (Virus, 2013). Ha impartido docencia en el grado de humanidades de la UOC, el M.A. in Culture Industry de Goldsmiths University of London y en la actualidad es coordinador del Área de Arte del Bau, Centro Universitario de Diseño de Barcelona.
Vivimos un inusitado momento de transición en lo que a las políticas culturales se refiere. Actualmente se encuentran agotadas las dos principales tradiciones sobre las que se sustentaban hasta ahora dichas políticas. La primera basada en la visión ilustrada donde la cultura es percibida como un ente educador o lo “mejor que se ha dicho o escrito”, como argumentó en su momento Matthew Arnold. La otra, más reciente, describe la cultura como un elemento de desarrollo económico cuyo valor reside en su capacidad de generar beneficios económicos. En el siguiente texto analizaremos el porqué del agotamiento de ambos discursos y veremos qué espacios y posibilidades siguen existiendo para pensar en un nuevo paradigma de políticas culturales que pueda salir de este impasse. Discutiremos acerca de cómo la cultura ha pasado de ser un ente civilizador, una fuente de riqueza a ser un problema para la ciudadanía que recela de las ayudas públicas y la denominada cultura de Estado, como para la clase política que no sabe muy bien cómo pensar la cultura tras la crisis económica global.