Marina Garcés | menoslobos
Cuando la cultura se ha convertido en el principal instrumento del capitalismo avanzado, ¿tiene sentido plantear de nuevo la necesidad de una política cultural? En estas líneas argumento que sí: más allá de la gestión cultural, pública o privada, que administra bienes y productos considerados culturales, es necesario plantear una verdadera relación entre política y cultura. Esto significa, a mi entender, hacer posible la expresión autónoma a través de la cual una sociedad puede pensarse a sí misma. La cultura no es un producto a vender ni un patrimonio a defender. Es una actividad viva, plural y conflictiva con la que hombres y mujeres damos sentido al mundo que compartimos y nos implicamos en él. Por eso una política cultural hoy sólo puede apuntar hacia la necesidad de “desapropiar la cultura” para hacer posible otra experiencia del nosotros. Éste es hoy el desafío. Atreverse a asumirlo pasará, necesariamente, por ir más allá de tres lugares comunes que codifican el ámbito de lo cultural: 1) más allá de la tiranía de la visibilidad, 2) más allá de la trampa de la actividad y 3) más allá de la idea misma de cultura.