¿Gestionar lo dado o producir discursos?

Hace algunos años CETAE (Centro de Estudio Transversal Aplicado a la Escena)1 organizó unas jornadas de reflexión sobre creación escénica contemporánea, cuyo objetivo era conocer diferentes experiencias artísticas y proyectos de investigación, que visibilizaran la aportación de las artes escénicas en relación con los imaginarios sociales. Una artista me preguntó qué hacía una gestora cultural en unas jornadas sobre creación. La respuesta fue otra pregunta: ¿cómo podemos gestionar aquello que no conocemos?

Si entendemos la producción como un proceso continuo que acompaña la creación del proyecto y la comunicación, un elemento más en esa creación viva del discurso sería ¿cómo definir las estrategias de comunicación de un trabajo del cual desconocemos su proceso de creación?

Con la euforia de las Industrias Culturales, los productos y los consumidores, tenemos bastantes ejemplos de proyectos que no han encontrado sus lugares, justamente por trabajar con estructuras verticales, en las que no existe ninguna conexión entre los diferentes departamentos.

Parece que en estos últimos años, profesionales y algunas (pocas, todavía) instituciones están empezando a asumir los nuevos sistemas operativos culturales, que vienen desarrollándose desde comienzos del siglo XXI, en un intento de crear espacios de investigación, creación y producción más transparentes, abiertos, visibles y en continua renovación.

La proliferación de masters en gestión cultural durante la década de los noventa y sobre todo la primera del dos mil, supuso la profesionalización de un sector bastante marginado y contribuyó al desarrollo de prácticas y saberes que enriquecieron el tejido cultural de la ciudad de Barcelona. Pero al mismo tiempo, esta especialización reforzó la imagen del "artista-genio" -incapaz de resolver la administración de sus creaciones-, dando paso a la figura de un profesional en gestión, organización y contabilidad. Aunque este esquema pueda parecer un poco antiguo, todavía está vigente en nuestro cotidiano laboral.

A pesar de que la histórica distinción entre creador* y gestor* ya comenzó a diluirse con el cambio de siglo, todavía tenemos pocos ejemplos de prácticas culturales en las que se han redistribuido los roles de estas dos figuras. ¿Cuáles son las circunstancias que lo están haciendo posible? Una primera respuesta sería pensar que los proyectos están funcionando desde el lema "do it yourself" debido a las dificultades económicas y a la falta de estructura. Una situación de precariedad total, por otro lado, que ya venía dándose antes del inicio de la crisis del 2008. Pero no es así de simple. En este artículo voy a presentar el caso de dos proyectos autogestionados, que están desarrollándose desde hace pocos años en la ciudad de Barcelona y en los que las figuras del artista, gestor y comisario están continuamente transformándose en cada propuesta.

El Palomar2 es un lugar de encuentro, exhibición y diálogo gestionado por los artistas Mariokissme3 y R. Marcos Mota4, que desde el 2011 están desarrollando acciones en diversos formatos desde una perspectiva queer. Durante estos cuatro años de vida, El  Palomar está visibilizando experiencias de resistencia y proyectos de crítica cultural que cuestionan la sexualidad heteronormativa, las relaciones de poder, los regímenes de visualidad, el arte disciplinado, las epistemologías dominantes y las políticas culturales. Son cuerpos atravesados por la necesidad de ensayar otras formas de estar en el mundo, creando redes de afecto locales e internacionales, como posicionamiento crítico frente a las representaciones autoritarias de una sociedad capitalística heteropatriarcal.

Para ellos, El Palomar es un trabajo artístico en el que se dan conjuntamente tareas de investigación, creación, producción y comunicación. En una auto-entrevista para el magazine Inquire5 comentaban lo siguiente:

Venimos de una experiencia de creación artística, pero coincidimos en que había que organizarse. Cuando comenzamos El Palomar nos encontrábamos en un momento en el que necesitábamos de una red de afectos y complicidad reales, por eso vimos la colaboración y la reivindicación como únicas vías. No creemos que la práctica artística y la práctica curatorial sean campos o profesiones diferenciadas. Y no solamente estas dos, sino cualquier otra posición dentro del campo cultural ha de ser más líquida. Es tan importante quien limpia el baño de nuestro ático como quien firma el texto de sala. Queremos aprender a ser transparentes y visibles en todas estas posiciones, y por ello trabajar en redefinir los códigos de poder que se manejan en la gestación y producción de dichos proyectos.

Esta otra gramática de gestión cultural representa una ética del hacer que tiene que ver con las relaciones afectivas, las políticas del cuidado y un compromiso, no sólo con los discursos y saberes minoritarios, sino con las prácticas de gestión. La otra cara de la misma moneda es sin duda, la dificultad en encontrar un equilibrio entre la división del tiempo, la sostenibilidad económica, la energía, el cansancio y los sentimientos. Pero esto sería un tema para otro artículo.

Siempre me llamó la atención la dedicación con la que trabajan la comunicación. Se valen de los formatos digitales (como el newsletter y la web) para consolidar una imagen muy personal, utilizando las ventajas que las redes sociales proporcionan como beneficio político. En general, se puede afirmar que en El Palomar, la investigación, la práctica artística, el comisariado, la producción, la comunicación y la política se potencian mutuamente en un intento de contagiar el tejido cultural de la ciudad de Barcelona y transformar la existencia colectiva.

El segundo espacio es Nyam-nyam6, creado por Ariadna Rodríguez e Iñaki Álvarez y ubicado en el barrio de Poble Nou. Es un proyecto vivo, en proceso y sustentado por estos dos artistas, que tiene como elemento articulador la cocina. Nyam-nyam nació en medio de la crisis y gracias a ella. Una muestra más de como los períodos de ruptura abren posibilidades de transformar territorios desde una dimensión micropolítica.

La cocina, entendida como un lugar de creación y de práctica política, es atravesada por una serie de actividades que combinan artes visuales, música, performance, literatura y un compromiso militante con la selección de alimentos y con los productores a pequeña escala. Como afirman Iñaki y Ariadna, es un proyecto de vida que engloba lo que son y lo que hacen.

Nyam-nyam opera como un campo de fuerzas que generan otras formas de relacionarse con el otro. Como El Palomar, es un lugar de encuentro y no un evento cultural. Estos artistas entienden que la gestión no es algo inseparable de la experiencia artística ni del comisariado. Los modos de producción definen el proyecto de la misma manera que la programación.

Lo que tienen en común El Palomar y Nyam-nyam es que nacen de la necesidad de trabajar desde otras coordenadas, diferentes a las del mercado y las instituciones. No se trataba únicamente de crear un proyecto para sobrevivir a una crisis, que acabó con los cimientos de cartón que habíamos construido, sino de trabajar generando otras formas de relacionarse con los otros, cultivando el arte del encuentro, dando espacio y tiempo para que los artistas puedan trabajar desde la "prueba-error", sin la necesidad de presentar propuestas acabadas, y aprendiendo la lentitud de  los tiempos que cada dispositivo requiere.

Son proyectos vitales con un fuerte potencial transformador en el plano de lo cotidiano.

Son proyectos políticos que no denuncian los modelos homogeneizantes sino que revelan, a través de sus prácticas las relaciones de dominación de la esfera cultural.

Son, en definitiva, ensayos de mundos más habitables.


 

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1 http://cetae.weebly.com/

2 http://el-palomar.tumblr.com/

3 http://mariokissme.com/

4 http://rmarcosmota.com/

5 http://inquire-project.com/el-palomar/