"El de la biblioteca"

Hace algún tiempo, entrevisté al gerente de un teatro público de un pequeño pueblo de Asturias. El hombre, de unos cincuenta años, llevaba casi toda su vida trabajando para el Ayuntamiento, encargándose de coordinar y programar las actividades culturales que se realizaban en el pueblo.

Yo sabía antes de entrevistarle  (siempre trato de investigar un poco la carrera de los entrevistados), que hacía unos años había realizado un curso de experto en gestión cultural que impartían en Oviedo. Al preguntarle por ello, me comentó que a pesar de llevar toda la vida dedicándose a la gestión cultural, con este curso pudo comprobar que lo que él hacía de manera rutinaria, tenía una traducción académica, y le permitió adquirir un sinfín de herramientas que le serían de gran ayuda para su trabajo. Después, al pedirle su opinión sobre el reconocimiento social que tenía la figura del gestor cultural (especialmente en Asturias), me comentó que aún quedaba muchísimo por hacer y que todavía, en general,  la gente no sabía realmente cual es su labor. Además, me confesó indignado que en muchos Ayuntamientos, siempre le habían llamado (y aún a día de hoy lo siguen llamando), “el de la biblioteca”.

Lo cierto es que desde que realicé esta entrevista, siempre he tenido muy presente el concepto de “el de la biblioteca” y he querido reflexionar brevemente en torno a él. Es cierto que el hombre tiene motivos para indignarse. No solo porque trabajar en la biblioteca no esté ni siquiera entre sus funciones, (en una gran parte de Ayuntamientos existen bibliotecarios y además, técnicos de cultura), sino porque todo el mundo tiene derecho a que su profesión sea reconocida. No obstante, la reflexión que quería compartir, dejando a un lado la “queja” del entrevistado, era si no nos habremos preocupado demasiado dentro del mundo de la cultura y la gestión cultural, de tener un reconocimiento social, en detrimento de obtener un reconocimiento laboral y uno más importante aún, el salarial. No es mi intención hacer una oda al concepto de dinero, sin embargo, me temo que en el actual sistema capitalista es imprescindible para vivir con dignidad.

Recientemente se ha publicado, como seguro sabréis, el Anuario de Estadísticas Culturales 2016. En él se puede apreciar un aumento del número de empleados culturales con respecto al año pasado. Esta sería, a priori, una buena noticia, sino fuera porque al escarbar un poco más en los datos, este aumento se atribuye al aumento de los trabajadores no asalariados. Esta información me genera varias preguntas pero sobre todo me genera una: ¿Cuánto tiempo hemos perdido debatiendo si tenemos que llamarnos “gestores”, “productores”, “programadores”, “animadores”, “dinamizadores”, mediadores” etc. en lugar de construir un marco laboral sólido y sostenible donde sus trabajadores tengan unas condiciones  de trabajo aceptables?

Sinceramente, no me importaría mucho que me llamarán “el de la biblioteca” si tuviese un contrato mínimamente estable, un salario mínimamente razonable, y hubiese un convenio laboral para “los/as de las bibliotecas” (el cual no existe para gestores/as culturales, o si existe, nunca lo he encontrado).  No obstante, ¿qué son esas tonterías comparadas con el hecho de trabajar en el magnífico mundo de la cultura, y sobretodo, con poder decir que trabajas en cultura?