Destacats

Apología de los centros culturales de proximidad

David Ruiz | Economía y Cultura

Considerar aquellos espacios culturales en los que los caracteres de usuario, ‘consumidor’ y creador confluyen, atienden a los mismos intereses o coinciden en las mismas personas, es dirigir la vista a los centros culturales de proximidad (en adelante, CCP). La proximidad espacial y temporal por un lado, y la proximidad de intereses por otro conforman una de las propiedades esenciales de este tipo de centros. En este sentido, el ámbito conceptual al que nos referimos cuando hablamos de equipamientos o centros culturales de “proximidad” tiene una triple referencia que nos acerca a estas características:

Algunas notas (dispersas, incompletas y a veces obsesivas) para pensar los centros más allá de la cultura oficial

@culturpunk | José Ramón Insa Alba | ya no tengo prisa

[#1]      La visión antropológica y sociológica de la cultura me impide reducir el concepto de centros culturales a la noción acostumbrada de distribución/promoción de sus productos, sobre todo los relacionados con el arte y sus diferentes expresiones. De ahí parto.

[#2]      Concebir los centros como mapas del estado emocional de la ciudad.

[#3]      La anulación y el abandono de la lógica comercial. La anulación del fetichismo del consumo cultural urbano » ¿Industrias Culturales? ¿Capitalidades Culturales? » el declive de los grandes proyectos » el declive de los grandes blablaismos

[#4]      La expansión de los mercados al mundo de la cultura. La conquista del pensamiento político por parte de los dogmas economicistas.

Síntomas mórbidos en el cubo blanco

Yaiza Hernández Velázquez | Futuro público. Campo para el análisis y la crítica cultural

Los espacios públicos y los espacios de la cultura [1]

Confieso que se me atragantó un poco el lema de este encuentro: “Recuperemos el espacio público a través de la cultura”. No porque sea mal plan, recuperar espacios comunes siempre está bien aunque haya que recurrir a la cultura entrecomillada para ello. Se me atragantó porque armoniza demasiado bien con la retórica que muchas instituciones han movilizado durante las últimas décadas para hacer justo lo contrario. La “cultura” se sobreentiende institucionalmente no como “toda una forma de vida” en el sentido que le daba Raymond Williams, sino como algo más selecto, restringido y, por tanto, “valioso”, algo que merece su propio espacio (el suyo, el de los suyos, no el del todo el mundo, no un espacio “público” en un sentido fuerte no meramente estatal). Si vamos a reivindicar que la cultura (en este sentido tan parcial como abstracto) puede ser un, o incluso el elemento más efectivo de procuración de este espacio público, haremos bien en atender a la multitud de ocasiones en que esta reivindicación ha resultado espuria. Por no ir muy lejos, pensemos en las tres últimas décadas, en las que hemos visto aumentar exponencialmente el número de museos, auditorios, centros de arte o incluso “ciudades” de la cultura en el estado español.