Vivimos tiempos trepidantes. Tiempos en los que lo que eran consignas, exigencias e intuiciones, pueden transformarse en medidas políticas e instituciones. Momentos en los que el deseo puede rápidamente convertirse en norma. Los nuevos partidos hablan de pasar de una cultura entendida como un derecho o un recurso a la cultura entendida como un bien común. Importante reto. Las políticas culturales que se han implementado en el Estado español desde la llegada de la democracia, pese a estar salpicadas por visiones economicistas de la cultura, siempre han situado al Estado y sus administraciones como tutores y administradores de la cultura. Implementar políticas que promuevan la cultura como bien común, si bien suena estimulante, parece de difícil realización teniendo en cuenta la falta de precedentes claros. Igualmente, aunque pueda no parecerlo, las nociones de lo público y lo común, en ocasiones entran en conflicto. A continuación voy a lanzar algunas ideas sobre cómo podrían pensarse estas políticas y las contradicciones que conllevan.
37 anys de municipalisme cultural
Els anys 80: l’esclat d’una possibilitat?
Abans de l’any 1975 la vida cultural catalana era molt precària. Òbviament no era inexistent, era simplement excepcional. A les diverses propostes artístiques i empresarials independents vinculades a l’antifranquisme, calia afegir-li el mercat cultural institucionalment promogut per TVE i alguns programes oficials sorgits de l’aperturisme tardofranquista que aixoplugaven espectacles de tota mena, no sempre còmplices del vell règim: Teatro Popular Portatil, Festivales de España, o les primeres ajudes ministerials (Ricardo de la Cierva) per endegar centres culturals estables –les anomenades Aules de Cultura--. Tot plegat un minso desenvolupament cultural sobre el qual hauran de treballar els Ajuntaments democràtics nascuts de les primeres eleccions democràtiques del 1978.