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La decepción y el exceso de Llibert

el balcón de la espera

Tenía una gran expectación por ver la obra teatral de Llibert, sobre todo después de todo el debate sobre las condiciones del mundo del teatro que se generó a partir de lo que se denominó en redes sociales “el cas Llibert” y porque generó el análisis en este blog más leído hasta el momento. El teatro como ejecutor de su desaparición.  

El éxito de público, crítica y el debate alentaban mi deseo. Pero se demuestra que lo previo a un espectáculo no siempre es suficiente. Me es difícil escribir críticas o análisis negativos, porque considero que siempre hay en ellas implícita cierta injusticia. Sobre todo por lo que respecta al trabajo que supone levantar una creación, las horas dedicadas y las dificultades. Pero también es cierto que cuando escribo algo, lo que sea siempre vuelvo a la máxima de Francisco Ayala cuando afirma que todo contenido debería responder a un designio inquebrantable de veracidad (lo que, subjetivamente, quiere decir, sinceridad). Desde el lugar de espectador sincero debo decir que Llibert me ha supuesto una enorme decepción y por supuesto intentaré argumentar esa decepción.

La elegancia de Brook no es para todos. The Suit

el balcón de la espera

Los momentos previos

Conozco a Peter Brook principalmente por su obra teórica sobre el teatro y por sus incursiones cinematográficas. Acercarse a Brook a partir de sus reflexiones artísticas equivale a pensar constantemente en el espacio y como todo surge a partir de él. Últimamente no dejo de decir que uno de los problemas del arte postmoderno es su desvinculación entre crítica social y critica artística, el arte en el mejor de los casos tan solo es una satisfactoria emoción estética. En cambio cuando aparece una propuesta que se sitúa también en el orden de lo social como es The Suit, encuentro que antes de analizar la obra en profundidad necesito reflexionar sobre ciertos elementos externos a la obra pero que condicionan el hecho teatral como acontecimiento social.

Formas de hacer cine. el cortometraje. Un intento de clasificación.parte 2

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Cualquier intento de clasificación seria insatisfactoria, pero me parece interesante reflexionar sobre la relación que hay entre inversión, equipo, calidad y resultado.

  1. De 0 a unos cientos de euros: Grupo de amigos de autogestión y autoproducción. Equipo pequeño y limitado en el que todos hacen de todo. La calidad del producto, evidentemente no es lo más importante. A muchos les gusta decir que es el comienzo del comienzo, para muchos otros es la oportunidad de pasar de ser consumidores a productores de su propio ocio. Se parte de la facilidad y accesibilidad a las nuevas tecnologías, todo el mundo puede grabar, montar y lo más importante distribuir a unas amplias redes sociales. Just do it!  Unido a  la mitología tipo; yo siempre quise ser artista, desde que cogí una cámara entre mis manos sabía…Spielgberg, Super 8, etc.

Formas de hacer cine: 1. el exceso del cortometraje. parte I

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Intentaré realizar varios análisis sobre las actuales formas de hacer cine, no todas claro está, sino la que se sitúan en el deseo de hacer un tipo de cine posible, diferencial, nuevo o en los márgenes de la convención de la llamada “industria” (precaria)

Hace tiempo que pienso que el mundo del cortometraje necesita una reflexión profunda para poder situarlo en algún lugar dentro de, por llamarlo de alguna manera, mundo del cine.

El teatro sin espectadores. Una aproximación al público.

Enfrentarse al público es de las tareas más complicadas. En primer lugar no existen estudios en profundidad o satisfactorias sobre la conceptualización del público. Todo se suele mover entre las teorías de la recepción, la difusa y manipulada estadística o en la casi siempre fallida fórmula de creación de perfiles y categorías concretas. La crítica, en fin, no dice nada.

El arte en general pero mucho más el teatro le tiene un respeto reverencial al público, prefiere mitificarlo, evitarlo e incluso temerlo antes de enfrentarse a él. Algo así cómo mejor tenerlo de su parte que en contra. Con demasiada frecuencia, utiliza el significante de máxima servidumbre que afirma que la calidad de una obra depende exclusivamente de su éxito con el público, como si no hubiera infinidad de ejemplos que demuestren lo contrario.

Pero asumiendo la dificultad, solo pretendo aproximarme a la idea de público contemporáneo en el teatro e intentaré analizar por qué el teatro se ve incapaz de seducir al gran público en general.

En este sentido el mundo del arte entendido como mercancía que genere beneficios debe analizarse desde el punto de vista de la sociedad del espectáculo (el producto) el comportamiento de las masas (el consumidor) sin olvidar la necesidad de emancipar al espectador y vincularlo a la función del arte (tarea está más difícil de todas).