Vivimos tiempos trepidantes. Tiempos en los que lo que eran consignas, exigencias e intuiciones, pueden transformarse en medidas políticas e instituciones. Momentos en los que el deseo puede rápidamente convertirse en norma. Los nuevos partidos hablan de pasar de una cultura entendida como un derecho o un recurso a la cultura entendida como un bien común. Importante reto. Las políticas culturales que se han implementado en el Estado español desde la llegada de la democracia, pese a estar salpicadas por visiones economicistas de la cultura, siempre han situado al Estado y sus administraciones como tutores y administradores de la cultura. Implementar políticas que promuevan la cultura como bien común, si bien suena estimulante, parece de difícil realización teniendo en cuenta la falta de precedentes claros. Igualmente, aunque pueda no parecerlo, las nociones de lo público y lo común, en ocasiones entran en conflicto. A continuación voy a lanzar algunas ideas sobre cómo podrían pensarse estas políticas y las contradicciones que conllevan.
Gestió comunitària. Qüestions prèvies
Un seguit de circumstàncies d’origen divers han fet que en els darrers mesos bufin vents favorables a l’impuls de polítiques culturals que posen l’accent en la gestió comunitària i la perspectiva social dels seus continguts. La puixança de forces polítiques que fan bandera d’aquest model, el seu accés al govern de diversos municipis (Barcelona i Badalona al capdavant) i el seu pes creixent en els espais de debat a nivell nacional obren perspectives gairebé inèdites en aquest àmbit. Cal tenir en compte, a més, que aquestes forces basen bona part del seu predicament social en moviments o col·lectius de base que en molts casos han dut a terme (o ho han intentat) experiències d’aquestes característiques, de manera que tenen a l’abast referents incipients, però ben reals.