Bibliotecas como espacio de tránsito no de conocimiento. La biblioteca de Girona

el balcón de la espera

Hace tiempo que las ciudades se intentan definir por los espacios que producen, para ser más exactos por espacios de consumo por los que las masas puedan circular y puedan experimentar emociones únicas que despierten tus sentimientos hacia lo que consumes. De esta manera nunca pensé que una biblioteca se pudiera convertir o definir más en un lugar para ser transitado donde el libro no es el protagonista.

Desde esta perspectiva se ha creado una biblioteca como un no-lugar. Marc Augé define el no-lugar como algo que se opone a todo cuanto pudiera parecerse a punto identificatorio, relacional e histórico. El plano, el barrio, el límite del pueblo, la plaza pública  con su iglesia, el monumento histórico.[1] El autor clasifica no-lugares, los vestíbulos de los aeropuertos, los cajeros automáticos, las habitaciones de hoteles, las grandes superficies  comerciales…

Tal vez pudiéramos añadir a partir de ahora a las bibliotecas. Porque es curioso pero hace tiempo que en las ciudades dispersas que se han construido en España y por supuesto en Catalunya, es decir aquellas urbanizaciones alejadas de la ciudad que lo prometían todo, los urbanistas aconsejaban crear las bibliotecas en las gasolineras, pues son los espacios de encuentro para jóvenes y no tan jóvenes. Y una gasolinera que es sino el no-lugar por excelencia.

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De estética contenedor, la biblioteca es sobre todo un espacio polivalente y funcional, ausente de carácter y carisma con pretensión de grandeza entre la modernidad líquida de Bauman, aquello que se desvanece por su fragilidad y la hipermodernidad de Lipovestky en cuanto idea de estimulación del consumo. Espacio enorme, sin ventanas al exterior, con una escalera central  que atraviesa todas las plantas y gestiona el tránsito. La sensación es de vivir la experiencia de un centro comercial y efectivamente el usuario, ciudadano, cliente, consumidor se convierte más que nunca en un transeúnte. A lo que hay que añadir que sin ser experto en materiales, el edificio parece un lugar donde los que estén dentro sufrirán un enorme calor en cuanto el sol haga su aparición. Supongo y no dudo que los expertos habrán pensado en ese pequeño detalle de la sostenibilidad, ¿no?

¿Pero cuál es el lugar del libro? ¿Y del conocimiento?  Es ridícula la proporción entre espacio y número de libros en inventario. La inversión está claramente dirigida al edificio no a lo que debería ser su centralidad, su contenido, el libro y yo diría que el conocimiento. Más de 15.5 millones de € por parte del ministerio. 290.505 documents, 7121 m, es la biblioteca mas grande de Catalunya[1].

Para mí el carácter de tránsito continuo impide y niega la intimidad necesaria para relacionarse con la lectura, no hay lugares acogedores, donde se respire la tranquilidad necesaria y se produzca ese aislamiento con el mundo exterior que tanto necesita la relación con el libro.  Todo está pensado para hacer varias cosas a la vez, hay una dispersión de la acción, todo es pura artificialidad y acción efímera y veloz. Como diría Baudrillard no es una biblioteca es un simulacro de biblioteca. (...)

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1 comentari

Farré Torra, Elisa

Estic molt d,acord amb el que expresses. Estetica de la societat liquida de Bauman amb patina de modernitat. Falten idees, objectius i coneixement profund i veraç. Sobra consumisme i superficialitat.