El modelo de institución cultural y artística que se configuró y creció en el Estado español desde finales de los 80 está en una profunda crisis. Por un lado, las instituciones se adhirieron a las lógicas del neoliberalismo vinculando su supervivencia y crecimiento a la eficacia con que contribuían a la industria turística y a la promoción de la “marca ciudad” o la “marca país”. Sus programas y servicios se han hecho crecientemente dependientes del apoyo de las grandes corporaciones y del capital financiero que han estrechado cada vez más el cerco sobre sus programas y contenidos.