Colecciones con fecha de caducidad

Article d’Elena Vozmediano publicat a El Cultural el 11 de novembre del 2016. 

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Es una posibilidad real: las 1.100 obras de la Colección Arte Contemporáneo podrían abandonar el Museo Patio Herreriano, que se fundó para albergarlas, si la asociación de grandes empresarios a la que pertenecen no llega a un acuerdo con el Ayuntamiento de Valladolid. La historia de esta peculiar colección, en la que se entrecruzan misiones culturales, intereses políticos y agendas corporativas, no es un caso único. Son muchos los museos españoles que albergan colecciones privadas. Repasamos la situación de algunos de estos depósitos perecederos de arte.

Fondos de la Colección de Arte Contemporáneo en los almacenes del Patio Herreriano

Fondos de la Colección de Arte Contemporáneo en los almacenes del Patio Herreriano.

Los llamamos “depósitos” pero lo correcto sería hablar de “comodatos”, de acuerdo con el artículo 1768 del Código Civil: préstamos a largo plazo, sin contraprestación económica, que otorgan al museo o entidad receptora el derecho de uso (tratándose de obras de arte, su exposición). Abundan en los museos españoles. En algunos casos, no sólo constituyen la totalidad de los fondos o la mayor parte de ellos sino que son la razón de ser del museo. 

Pensemos en el Museo Carmen Thyssen de Málaga (236 obras), en la ampliación del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (431 obras, de ella), en el Centro José Guerrero de Granada (60 obras de su familia), en Es Baluard de Palma de Mallorca (obras de las administraciones participantes y la Fundació d'Art Serra, además de otros comodatos recientes como el de la familia de Miró, de 18 obras) y en el caso que trataremos hoy, el Museo Patio Herreriano de Valladolid (más de 1.100 obras de la Colección Arte Contemporáneo). 

En otros museos, los comodatos no son nucleares pero sí tienen gran peso: las casi 1.500 de la Fundación MACBA en ese museo de Barcelona; las 300 obras de la Fundación Coca-Cola en Da2, Salamanca; las otras tantas de la Colección Fundación ARCO en el CA2M de Móstoles; las 43 de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso en el Museo Picasso Málaga; las 60 de la colección de la Fundación Telefónica, las 34 de Patricia Phelps de Cisneros o las 406 de Soledad Lorenzo (que serán donadas) en el Museo Reina Sofía; el reparto de buena parte de la colección Ordóñez Falcón de Fotografía entre diversos museos (Artium de Vitoria, MACBA, IVAM de Valencia, CGAC de Santiago de Compostela, Museo de Bellas Artes de Bilbao)... 

Hay prestadores institucionales (colecciones de administraciones públicas que se muestran en museos que no detentan su propiedad) pero en gran medida son individuales o corporativos. Es decir, una parte no desdeñable del patrimonio artístico que vemos en los museos públicos es de propiedad privada.

Y hay que saber que éstos, por naturaleza, no son acuerdos definitivos sino que tienen fecha de caducidad, aunque se contemple casi siempre la renovación. Los plazos que se fijan suelen rondar los cinco años, aunque algunos son más duraderos: 15 años por ejemplo, para la colección de Carmen Thyssen en Málaga. Que pasarán volando. ¿Y luego? Cuando el comodato complementa la colección propia, la posible pérdida será sensible pero no trágica. Pero cuando el museo se ha fundado, con importante esfuerzo económico público, para albergar una colección ajena, la reconversión será muy complicada, tal vez imposible.

Hasta ahora hemos visto cómo algunos coleccionistas recuperaban discretamente obras de museos una vez cumplido el contrato de comodato. Hace un año, José Ignacio Casar Pinazo, director del Museo de Bellas Artes de Valencia, reconocía que había dicho adiós a diversas obras de Sorolla, artista sobre el que la anterior dirección había hecho girar la actividad del museo. Mucho más sonada fue la crisis que atravesó el Centro José Guerrero en 2010, cuando todas sus obras estuvieron a punto de ser retiradas por los herederos del artista. Existen acuerdos no rotos pero sí en el aire: la permanencia de las obras de la baronesa Thyssen en el museo de Madrid debería haberse asegurado en octubre (la última renovación se hizo en abril por solo seis meses, a la espera de Gobierno) y existe un riesgo real de que la Colección Arte Contemporáneo se vaya de Valladolid.

Sabemos lo que ésta es hoy: una excelente colección de arte español, con especial valor por la calidad y cantidad de obras de la primera mitad del siglo XX, mal representada en los museos públicos, acrecentada durante casi tres décadas por un conjunto de grandes empresas (vean la lista en la web del Patio Herreriano) que la han querido mantener al alcance del público por medio de préstamos y, desde 2000, del comodato al museo vallisoletano. Pero es necesario hacer un poco de historia para comprender el desequilibrio de fuerzas en el conflicto provocado por el actual gobierno municipal, encabezado por Óscar Puente, del que éste no parece muy consciente. Quizá ya no se acuerden pero esta colección estuvo vinculada, en sus orígenes, al Museo Reina Sofía. En julio de 1987, Julián Trincado, presidente de Unión Fenosa, embarcó a un pequeño grupo de empresarios para fundar la Asociación Amigos del Centro de Arte Reina Sofía, que no era una asociación de amigos al uso actual sino una especie de fondo de inversión en arte al servicio del futuro museo (pasó de centro de arte a museo en 1988).

Curiosamente, esta iniciativa coincidió en el tiempo con el nacimiento de la Fundación MACBA, con similares objetivos iniciales. Allí, se trató de un encargo de Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona entonces, a Leopoldo Rodés, que convenció a 33 empresas para crear una colección destinada al deseado museo de arte contemporáneo. Hoy esta fundación posee cerca de 1.500 obras que están a disposición del MACBA (en “comodato de duración indefinida”) pero que son de propiedad privada; a ellas se unen las obras de propiedad pública de las administraciones participantes en el consorcio que gobierna el museo y las obras donadas por particulares a éste. Frente al carácter más cerrado de la Asociación Colección Arte Contemporáneo, la Fundación MACBA está integrada hoy por más de 60 empresa y 80 particulares. Volveré a ella.

En noviembre de 1989 los Amigos del Centro de Arte Reina Sofía presentaron ya sus primeros resultados, brillantes. Habían contado con tres reconocidos expertos, Julián Gállego, Antonio Bonet Correa y Simón Marchán, los cuales habían confeccionado, según la calificó este último después, una “colección artesanal”, buscando piezas de difícil localización en el mercado secundario e incluso fuera de España. Cada empresa aportaba entonces 8 millones de pesetas y las adquisiciones se agrupaban en lotes de similar valor que eran sorteados a finales de año (y así han seguido funcionando). De esa manera, se habían comprado hasta esa fecha 130 obras, por 600 millones. Las obras se depositarían en el Reina Sofía, que podría disponer de ellas, mediante un acuerdo a cinco años que tardó mucho en firmarse. A pesar de que hubo intentos de coordinación y el Grupo de Trabajo de la Colección, que entonces preparaba la apertura del museo, pidió a la Asociación de Amigos que se concentrara en el arte actual, cada uno siguió su propia línea. Cuando se constituyó el Real Patronato del MNCARS en julio de 1988, Trincado fue elegido vocal, como coleccionista y presidente de la Asociación de Amigos, y José Lladó, miembro de ésta, fue designado presidente; Simón Marchán también tuvo ya silla en ese patronato.


Vista de la colección en Es Baluard, Palma de Mallorca
 

Vista de la colección en Es Baluard, Palma de Mallorca

Pero esa exposición de 1989 torció la relación. Varios artículos en prensa criticaron que los coleccionistas hicieran uso del nombre del museo sin tener un compromiso más claro con él. En 1990 la colección se desvinculó de la Asociación de Amigos del Reina Sofía (que siguió adelante, de otra manera) y sus propietarios crearon la Asociación Colección Arte Contemporáneo (en adelante ACAC; CAC para la colección) aún con la idea de ceder sus fondos, pero no sólo al MNCARS. Sin embargo, al poco de ser nombrada directora del museo, María de Corral firmó un comodato de unas 75 obras de la CAC, por un plazo de cuatro años. De nuevo, se escucharon voces que consideraban desproporcionado el peso de esta colección privada en el museo nacional y cuando José Guirao llegó a la dirección, no renovó el comodato a su término, aunque sí dio visibilidad a la colección a través de la muestra Antes del informalismo: Arte español 1940-1958 en la Colección Arte Contemporáneo(1996), comisariada por Valeriano Bozal, que era entonces uno de los asesores de ésta.

Comenzó después, sin prisa, la búsqueda de destino para la CAC. Se ha publicado que hubo contactos con las comunidades de Andalucía y de Madrid, el Ayuntamiento de Barcelona y Caja Duero, en Salamanca, antes de que Miguel Ángel Cortés, entonces secretario de Estado de Cultura y motor del llamado “clan de Valladolid” dentro del PP, diera el aviso al alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva. En julio de este año, la concejala de Cultura de Valladolid, Ana Redondo, inició los embates (luego entraré en detalles) que han llevado a la actual incertidumbre, quejándose de que “la Colección Arte Contemporáneo ha colonizado el Patio Herreriano”. Demostraba no conocer la historia del proyecto: nos guste o no, el museo se hizo para la colección. Se hace evidente en el propio convenio de comodato firmado en 2000 (disponible en la web del Patio Herreriano), en los órganos de gobierno de la Fundación creada para gestionar el museo, en la adecuación de las salas a las necesidades museísticas de la colección, en el hecho de que la primera directora del museo fue Mª Jesús Abad, antes directora de la CAC... No hay un “antes”.

En junio se supo que las obras pertenecientes a uno de los socios de la ACAC, Hullera Vasco Leonesa, en liquidación por quiebra, iban a salir a subasta. A la vez, la ACAC “denunció” (palabra que se usa cuando no hay renovación automática) el convenio de comodato para revisarlo. El 1 de julio el Patronato (cien por cien político) y el Consejo Rector de la Fundación (mitad y mitad) se reunieron para tratar este asunto pero unos días después el debate se trasladó desde el contexto donde debe tener lugar, los órganos de gobierno de la Fundación, al pleno municipal. Éste aprobó una moción de Sí Se Puede para sacar a concurso la plaza de dirección del museo, abrir su biblioteca, habilitar en él una sala para artistas emergentes y crear un grupo de trabajo para el debate de sus objetivos y perspectivas. El 3 de octubre se celebró una reunión del Patronato y el Consejo Rector, convocada con dos días hábiles de antelación, a la que pudo asistir solo uno de los representantes de la ACAC, y se cesó a Cristina Fontaneda, directora del museo desde 2006. ¿Y tanta prisa? ¿Quizá para impedir que se aprobase en la siguiente reunión su programación para el año que viene? Unos días después llegó al museo una “comisión gestora” orquestada por la concejala de Cultura, quien ha puesto a Juan González-Posada, director de Museos y Exposiciones de la Fundación Municipal de Cultura, a dirigir, en la práctica, el museo.

Recuerden que este no es el primer caso de injerencia política en este museo. En abril de 2006, el Comité Asesor a la Dirección del Patio Herreriano, integrado por Antonio Bonet Correa, Simón Marchán y Eugenio Carmona, dimitió en bloque para protestar por la imposición de una exposición conmemorativa del centenario de la muerte de Colón, La materia de los sueños, por parte del alcalde, León de la Riva; defendían “los objetivos para los que el museo se creó”. Este órgano asesor no se volvió a constituir. A continuación dimitió la entonces directora, Teresa Velázquez, que había sido elegida mediante concurso; un mes después, el Patronato la sustituyó, a propuesta de la ACAC y por promoción interna, evitando el concurso, por Fontaneda. La ACAC, como tal, no se manifestó. Al igual que en esta ocasión no ha hecho ninguna declaración pública a través de su presidente, José Lladó, o de la directora de la colección, María de Corral.

¿Sabe este gobierno municipal lo que hace? ¿Qué persigue? Habla de acercar el museo a la ciudad, de aumentar el número de visitantes, de convertirlo en atractivo turístico. ¿Tiene pocos visitantes el Patio Herreriano? Sí. En 2015 habrían sido 36.500 pero en el presupuesto publicado para 2016 el objetivo era alcanzar un 10% de incremento en la venta de entradas hasta las 22.000 (hay visitas gratuitas, claro). El Museo Nacional de Escultura, también en Valladolid, tuvo 160.000 visitantes ese año, pero es otro tipo de museo, con otro presupuesto y visibilidad. Miremos en su categoría: 95.000 visitas tuvo el MARCO de Vigo; 95.000 el Artium de Vitoria; 59.500 el MUSAC en León (cinco millones de presupuesto)...

Hay margen de crecimiento pero el techo no está tan lejano. Las cinco salas municipales de Valladolid, pretende el Ayuntamiento, superaron los 400.000 visitantes... una cifra que se antoja muy exagerada. Pero son gratuitas, están más a mano y las exposiciones son más populares. El Patio Herreriano consume su presupuesto, 1.250.000 euros, en cubrir los gastos básicos. Para exposiciones, en todo el año, le quedan poco más de 37.000. Nada para la biblioteca, nada para programas públicos. Mal se puede competir con esa dotación. La Junta de Castilla y León, que sigue representada en el Patronato, retiró su aportación en 2011, la Diputación no pone un euro y el Ministerio solo aporta 35.000 al año. Una penuria que se arrastra desde hace años, con conflictos laborales y polémicas por el uso de espacios incluidos.

El alcalde, Óscar Puente, ya lamentaba cuando estaba en la oposición el peso de la ACAC en la programación y en la toma de decisiones en el museo, y defendía la idea de firmar un convenio con el Museo Reina Sofía, que llevó a su programa electoral en las elecciones de 2015 el punto: “Oferta del Patio Herreriano como subsede del Museo Reina Sofía” (continuando como sede de la CAC). Ahora vuelve a la carga pero (me lo confirman desde el Reina Sofía) es una pura fantasía: no ha habido ningún contacto. La mayor presión procede, sin embargo, de Sí Se Puede Valladolid, que presentó la moción en el pleno, recogiendo las demandas de la pequeña asociación Artistas Visuales Agrupados de Castilla y León, la cual, abogando por las buenas prácticas, quizá no ha calibrado las consecuencias de sus movimientos.



 

Vista de Modern Spanish Art, en el Meadows de Dallas

Vista de Modern Spanish Art, en el Meadows de Dallas

Con la comisión gestora al mando del museo, se ha anunciado la creación de un grupo de trabajo, previo al concurso de dirección, para dilucidar el futuro del museo con los “colectivos culturales implicados”. ¿Cuáles? Seis asociaciones estatales, integrantes de la Mesa Sectorial del Arte Contemporáneo, llevan meses solicitando una cita con el alcalde y ofreciéndose para actuar como interlocutores, sin obtener respuesta.

¿Ha habido un exceso de interferencia de la ACAC en el rumbo del Patio Herreriano? No más allá del acuerdo inicial. No ocurre aquí como en el MACBA, donde sí han producido serias fricciones el encaje público-privado y la influencia de la Fundación MACBA, sobre todo en sus inicios (con las dimisiones del primer y el segundo director, Daniel Giralt-Miracle y Miquel Molins) y recientemente (crisis de La bestia y el soberano, con la dimisión de Bartomeu Marí). Lo que la ACAC quiere, afirma María de Corral, es que las cosas sigan como estaban. Se oponen a que se reduzca el espacio en salas de la colección para dar entrada a artistas locales, como pretende el Ayuntamiento, a que los recortes puedan debilitar la vigilancia o que se saque a concurso la restauración de las obras, que está confiada a profesionales cualificados. Hasta ahora, dice, todo había sido confianza mutua y consenso. Han asumido los recortes y el uso relativamente escaso que se ha hecho de las obras, salvo en los últimos años, cuando ya casi no se podían hacer otras exposiciones. José Lladó desea renovar el acuerdo pero la comunicación no es fluida. En poco tiempo se celebrará la asamblea de socios de la ACAC y, según lo que haya podido negociarse con Valladolid, se tomará una decisión. Algunos avances se han hecho, como fijar en cuatro años la prolongación del comodato.

La ACAC tiene su propia agenda, en la que el Patio Herreriano no es imprescindible. A lo largo de su historia, ha recibido en diversas ocasiones tratamiento de colección institucional, pública, sin serlo. Piensen que no estamos ante coleccionistas de tres al cuarto sino de presidentes de empresas del IBEX 35 y de poderosas marcas nacionales e internacionales, que tienen toda la influencia política. Cuando ya se había instalado en el Patio Herreriano, Miguel Ángel Cortés hizo uso político de la CAC en el marco de su programa de diplomacia cultural en la SEACEX: en 2002, llevó a Moscú (sala Manege) la exposición Arte en España 1977-2002 para conmemorar el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS en 1977. En los últimos años se ha reforzado ese aire institucional, sobre todo en la proyección internacional: tímidamente en el Museo Nacional de Soares dos Reis, en Oporto, con Faraway... so close. Arte español en la Colección Arte Contemporáneo-Museo Patio Herreriano, pero muy acusadamente en una de las exposiciones que protagonizaron el Año Dual España-Rusia 2011, Ficciones y realidades, con 59 obras de la CAC en el Museo de Arte Moderno de Moscú. Ésta, patrocinada por el grupo energético ruso Alliance y por Técnicas Reunidas, la empresa de José Lladó, que construye infraestructuras para la industria petroquímica y que había ampliado una refinería para la primera.

Y, sobre todo, en Modern Spanish Art, que se puede ver hasta enero en el Meadows Museum de Dallas. Llama la atención que, mientras que en anteriores comparecencias internacionales siempre se mencionó al Patio Herreriano en el título o el subtítulo de la muestra, ahora haya que avanzar hasta la cuarta página de la nota de prensa para verlo aparecer. Aunque el logo esté en la página sobre la exposición en la web del museo americano. Es una exposición trascendental para la ACAC, organizada y financiada por ella misma, en la que ha volcado sus esfuerzos económicos y humanos (está comisariada por Eugenio Carmona) en los tres últimos años, cuando se han detenido las adquisiciones. 

La comisaria y directora de la colección declara que es la gran primera exposición internacional que proporciona una visión comprehensiva de las vanguardias españolas. Una apuesta de la ACAC por el arte de nuestro país, llevado a un museo que tiene desde su fundación un fuerte vínculo con España. No hay duda. Pero, de nuevo, la agenda empresarial se entrecruza en ese objetivo: todos los patrocinadores, BBVA Compass, Técnicas Reunidas, Fundación Aon, Fundación ACS y Gas Natural Fenosa, son socios de la ACAC y tienen a la vez poderosos intereses comerciales en la zona. En particular este último, con enorme peso en el ayer y el hoy de la ACAC, firmó con la empresa estadounidense Cheniere un pingüe contrato de aprovisionamiento de gas natural licuado desde su planta de Corpus Christi, en Texas, que se hará pronto realidad. La exposición está apoyada por Acción Cultural Española pero se trata de un respaldo simbólico (aunque esto sea importante) de menos de 30.000 euros.

Y vuelvo al principio: los comodatos son perecederos. En España, la palabra mecenazgo se usa a menudo a la ligera. Un préstamo no es mecenazgo. Casos como este son sin duda meritorios: reunión y custodia (pero ¿por cuánto tiempo?) de un patrimonio artístico importante que es estudiado, compartido, puesto en valor. Aunque hay modelos mejores. Los clubes de compradores son habituales en Francia y Gran Bretaña, por ejemplo, pero cuando se alían con museos, lo hacen para donar las obras adquiridas. Cierto es que las ventajas fiscales son incomparables: en Francia, la donación de un “tesoro nacional” o ciertos bienes “de interés patrimonial mayor” tiene una desgravación fiscal del 90%. Puedo citar el Club de Mecenas del Museo de Lyon (ha comprado obras de Poussin, Ingres, Fragonard…) o el del Museo de Grenoble. Hemos hablado ya aquí de los fondos de adquisiciones de la Tate o del MoMA. Pero hay muchos más. El LACMA de Los Ángeles, así, tiene grupos de adquisiciones que han aportado casi 400 obras al museo a lo largo de 50 años. Y eso por no hablar de entidades tan decisivas como el Art Fund o la Contemporary Society, en Reino Unido, que nutren de obras a diferentes museos públicos.

Claro que nos gustarían otras formas de relación entre lo público y lo privado. Pero no tiene sentido destruir sin saber qué se quiere construir, y sin posibles.


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