Cine sin dinero pero con mucho trabajo. ¿Es posible? IMPAR

el balcón de la espera

Sin duda estamos en un momento de estetización del mundo. El actual momento invita a todos a desarrollar una faceta artística que puede dar como resultado un hecho artístico o un acontecimiento mediático, casi siempre efímero pero con deseo de permanencia. Dentro de las interminables paradojas modernas, nos encontramos en un momento de gran desempleo pero máxima ocupación (sino como sobrevivir) la imagen emerge como un elemento que atraviesa nuestra cotidianidad y las formas de producción de las imágenes han cambiado de tal manera que cualquier sujeto puede ser productor, distribuidor y protagonista de su propia imagen.

La vida se ha hecho cine, diría Lipovestky, el arte se recicla en sus propios desechos diría Baudrillard.

De cualquier manera el cine en su interminable crisis no deja de buscarse en sí mismo y en otros lugares. En su estructura desigual, cada vez hay más distancias entre las grandes producciones espectaculares y mediáticas con las que podríamos decir medianas e independientes. Y cómo no, en un sistema de hiperconsumo, el low-cost aparece en el cine, emergiendo como una singular marca que parece aliviar a algunos y no convencer a otros. Pero es que además el cine es insaciable y aquel que desea hacer cine no cederá en su empeño. Ya sean cortometrajes, microcortos a partir del móvil, con cámaras de cualquier formato, documentales, lo que sea. Todo tiene su público, porque en público nos hemos convertido todos. El consumidor actual es ante todo consumidor de él mismo.

Y aparece #littlesecretfilm, un modelo de producción cinematográfica basado en 10 normas que limitan las condiciones de rodaje y distribución, animando a todos los realizadores del mundo a sumarse a un ejercicio de riesgo cinematográfico extremo.  Definir #littlesecretfilm equivale a responder la pregunta ¿cómo se hace una película #littlesecretfilm? Sus normas, grabar en tan solo 24 horas para limitar las jornadas sin cobrar y reducir el coste a prácticamente nada, sus diálogos improvisados que permiten una nueva relación entre director-actor, su misterio en su secreto a la hora de estrenar y sobre todo su apertura y gratuidad. Es un intento de hacer posible el ideal de realizar cine casi sin dinero, sin industria, sin intermediarios.

Nuestra película IMPAR es el resultado de lo que escribo. Nuevas formas de hacer cine, nuevas formas de ver cine. Cine de riesgo en su producción, en su deseo. ¿Es posible?

Podéis ver la película en  el balcón de la espera

También podéis leer la crítica titulada 'Los vértices del triangulo' del guionista y crítico de cine Joan Ramis, en la cual dice, entre otras cosas: «[IMPAR] es el resultado de un esfuerzo cinematográfico de loable factura. Un secreto guardado a buen recaudo y desvelado para remover consciencias. Una narración que transita por territorios lóbregos, indagando en los rincones más sombríos del comportamiento humano.»

o "“Impar” és la mostra que en les relacions humanes, tres poden ser multitud" la crítica de periodista Narcís Mir