Voluntariado cultural: ¿Participación ciudadana o ninguneo profesional y arrinconamiento de la cultura?

David Ruiz | Economía i cultura

En estos tiempos de recesión, agudización de la crisis económica y cambio de sistema social, en su más amplio sentido, se ha convertido en recurrente un aviso a navegantes que circula desde ciertos poderes públicos. De una manera explícita o no, se lanzan globos sonda que postulan acudir al voluntariado cultural para la realización de actividades profesionales en este ámbito en tanto que la ausencia de recursos económicos incide en la ausencia de profesionales. Se pide la participación ciudadana voluntaria para la ejecución de programas y actividades culturales, incluso para la gestión de espacios públicos (bibliotecas, por ejemplo), saltándose a la torera, no sólo la figura del gestor cultural (público o privado), sino también el marco legal del voluntariado donde se regula meridianamente claro que el voluntario no puede sustituir una actividad remunerada y que  se trata de “aquella persona física que, libre y responsable, dedica parte de su tiempo a desarrollar actividades de interés general para la comunidad, en el seno de organizaciones privadas o públicas y con arreglo a programas y proyectos concretos”.

Por su aparente paralelismo, recurrimos a una comparación. El uso de becarios, estudiantes o personal en formación para la realización de tareas profesionales es un caso diferente. Los responsables de esto lo hacen para ahorrar siendo conscientes de que cometen un FRAUDE. Pero el recurso al voluntariado ante los profesionales puede responder a un acto de “aparente buena voluntad” que esconde una declaración de principios: potenciamos la participación ciudadana y ahorramos recursos económicos en una actividad que, dada su índole, no necesita profesionales. Cualquier persona puede realizar esta tarea. El becario o becaria es un profesional en ciernes. El fraude reside en el tipo de contratación. Así y por desgracia, se recurre a becarios de manera fraudulenta en otras disciplinas, pero no se piden voluntarios para la redacción del proyecto de construcción de una central nuclear o de una autopista, o para un trasplante de córnea, o para la gestión de la inversión en bolsa de miles de millones depositados en un fondo de pensiones (son ejemplos extremos, ya).

Es un planteamiento ideológico en un sentido amplio. La cultura es entretenimiento, menor, fácil de ejecutar y (las más de las veces se piensa incluso) que reside en ejecutar una actividad y cerrar, ejecutar otra actividad y cerrar, y así sucesivamente. Qué, cómo, por qué, para qué… se realicen esas actividades no importa en absoluto.

¿Deja por ello de ser necesario el voluntariado cultural? En absoluto, juega un papel, fundamental en nuestra opinión, llegando allá donde los poderes públicos no llegan.

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Font:  Economía i cultura

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