La cooperación cultural para el futuro digital: Recuperar la diversidad como eje central en tiempos de crisis

Mª Trinidad García Leiva  |  Fundación Alternativas

Durante los años 2004 y 2008 la cooperación española asistió a un momento destacable de su historia, marcado por el crecimiento cuantitativo de la Ayuda Oficial al Desarrollo, la transformación cualitativa de su posicionamiento estratégico y el inicio de una reorganización institucional orientada a su definitiva modernización. Sin embargo, el periodo enmarcado entre los años 2009 y 2011 acabó minando las bases de estos cambios puesto que los mencionados avances no se consolidaron y la crisis financiera que acompañó el cambio de legislatura dejó a la cooperación al desarrollo atrapada entre las políticas económica y exterior.

Así, aunque la contribución de la cultura al desarrollo se incorporó de forma explícita durante la década pasada a la definición de la cooperación oficial, un escueto balance de la acción arroja importantes lagunas como la consideración errática de las industrias culturales y la cuasi ausencia de iniciativas de perfil digital.

El nuevo Gobierno en 2001 profundizó estas tendencias. Partiendo de la descripción del contexto que supone la agenda internacional de desarrollo, marcada por el debate alrededor de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, este trabajo analiza el estado de situación de la cooperación española. El mismo está marcado por:

  • La profundización de la reducción del presupuesto de la ayuda al desarrollo, que sufre una caída acumulada del 70% desde 2009. Su repercusión sobre la cooperación cultural es directa puesto que la gestión de la misma, efectuada principalmente a través de la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, debe sobrevivir a un recorte de la partida destinada a la agencia que pasa de 862,48 millones de euros en 2011 a 266,44 millones de euros en 2013.
  • El giro discursivo en la estrategia exterior que, plasmado en los documentos Plan Anual de Cooperación Internacional 2012 y IV Plan Director 2013-16, resta importancia a la cooperación al desarrollo como política de estado, en general, y al aporte de la cultura a la misma, en particular. Bajo lo que se conoce como Marca España, el objetivo de toda acción exterior es mejorar la imagen del país. De esta manera, si la cooperación corre el peligro de ser subordinada a la consecución de otros objetivos, el rol de la cultura, reconocido sólo formalmente, acaba por quedar desdibujado.
  • La reconfiguración de la estructura de la cooperación, que por parcial sigue sin atender los problemas de articulación de los ciclos de planificación, ejecución y evaluación. A ello tampoco contribuye la división de competencias al interior del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y la presencia cada vez mayor de los Ministerios de Hacienda y Administraciones Públicas y de Economía y Competitividad en el reparto de los presupuestos destinados a la ayuda al  desarrollo. 
​​​Teniendo en consideración este diagnostico, así como las visiones y opiniones recabadas  entre expertos y dirigentes oficiales iberoamericanos, se señalan los desafíos que tiene  la cooperación cultural para concretarse en un entorno digital, además de y más allá de  la crisis. Tales desafíos se presentan clasificados en relación con:   
  • Los criterios que deberían guiar la cooperación cultural para el futuro digital. 
  • Los ámbitos de actuación y agentes prioritarios a los que se debería atender. 
  • Los tipos de acciones y herramientas que podrían ser más beneficiosos en un escenario digital. 
  • Y el rol que podría tener la acción oficial española respecto de todo lo anterior. 

Para concluir, se presentan cuatro reflexiones sobre la cooperación cultural digital. Ello  se efectúa en clave en clave de diversidad ya que se parte de la idea de que pensar este  tipo de intercambios es un ejercicio inaplazable, cuya legitimidad y necesidad deben  vincularse a la existencia de iniciativas como la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales, aprobada en el seno de la UNESCO en 2005. 

  •  La acción debe articular tanto la cultura clásica y las industrias culturales, como el resto de expresiones que circulan por fuera de estos circuitos, incorporando urgentemente sus manifestaciones digitales, multimedia y en línea. Los usuarios y creadores deben colocarse en el centro de las decisiones, asegurando su encuentro a través del acceso digital, gratuito, abierto y colectivo a la cultura.
  • Tanto desde un punto de vista institucional como de formación y profesionalización de la gestión, es necesario alcanzar el equilibrio entre promoción, proyección y cooperación, entendida ésta no sólo como co-producción sino también como codistribución y co-promoción cultural.
  • Debe asegurarse la sostenibilidad a medio y largo plazo, para lo cual hay que explorar alternativas de financiación que pueden ir desde el crowdfunding al apoyo indirecto a través de cooperativas y asociaciones culturales que promuevan la descentralización y la autogestión.
  • Finalmente, en un escenario inmaterial y trasnacional como lo es el de la cultura digital, la cooperación debe encontrar la forma de desplegarse y declinarse de modo coherente en los ámbitos internacional, nacional y local.
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